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volver a Videoarte en Francia – Videoarte en Sudamérica. Circulación, diálogos, cruces, influenciasEntrevista Pascal-Emmanuel Gallet
«Videoarte en Francia – Videoarte en Sudamérica. Circulación, diálogos, cruces, influencias.»
Festival Franco-Chileno de Videoarte. Su creación. Festival Franco-Latino. Diarios de viaje. Influencias. Intercambio. Dos generaciones de videastas y sus diferencias. La experiencia en los países bálticos.
Empecemos por los inicios. ¿Cuándo se creó el Festival Franco-Chileno?
… primer festival en los 80’…. No es el primer año del festival en sí mismo. En 1980, tuve la idea y la posibilidad de enviar a un videasta francés a presentar su obra y también a presentar a la generación de videastas franceses que habían sido seleccionados… creo que fue en 1981 o en el 82… Si no me acuerdo mal fue Michel Jaffrenou el primero, o fue Patrick Prado, no me acuerdo…
¿Por qué la idea de un Diario de viaje?
¿Y por qué un Diario de viaje? Les pedí no sólo que vayan a presentar su obra sino también que realicen unos apuntes audiovisuales, lo que yo llamaba Diario de viajes. La idea era que el videoarte, mismo si aportaba una frescura a la retórica audiovisual, podía caer muy rápido en el manierismo, porque el discurso de mostrar la imagen le ganaba a la brutalidad de lo real… La idea un poco perversa fue decirme, estas personas que ponen todo su desafío creativo a la elaboración de imágenes, al trabajo con el tiempo y que son un poco narcisistas en su aproximación, si los confronto al extrañamiento, a una realidad que aparece, nueva, con lo inhabitual, si rompo sus costumbres, si les impongo “ver”, mirar con pocos medios… la confrontación de esta preocupación estética y este encuentro con lo real, un real que no es su real cotidiano, por ahí sale algo… ese fue el punto de partida. Y había también en ese punto de partida la idea de que sea algo largo, de darle tiempo al tiempo. Así que estaba la dimensión del espacio, esta extranjería y la idea de hacer jugar el tiempo y proponer a toda una generación este ejercicio de extrañamiento.
Rápidamente invité también a Francia a videastas chilenos y luego el festival se amplió a América Latina, otros países, Argentina, tiempo después a Brasil, y hubo otros videastas que vinieron a Francia y cada vez les pedí que filmaran un diario de viaje y se armó una serie, una colección. Una “suite”, en términos musicales, de una treintena de miradas, muy diversas, muy diferentes, que se conservaron. Y cuando digo treinta mezclo al festival Franco-Latino, y la extensión que hubo no hacia el extremo sur del mundo sino hacia el norte, porque organicé un festival del mismo tipo en Riga, en los países bálticos y luego en el conjunto de los países bálticos donde puse en marcha el mismo sistema de diario de viajes. Un eje norte-sur se estableció de esta manera.
Luego confié el conjunto de estas imágenes a Nam June Paik quien hizo una instalación. Yo quise llamarla Monstruo de la mirada, porque yo amaba la mirada y él el monstruo, y bueno, eso fue una síntesis de las treinta miradas pasando por Paris, que fue el eje de esta extraña aventura de intercambio cultural. Un festival que duró una treintena de años, 26 creo…. Ya no sé… Pero creo que se cerró en el 96 o en el 97, con una instalación de video mundial, porque fue el primer festival totalmente difundido de forma satelital, a la misma hora y en usos horarios diferentes y donde la selección fue vista por gente que la veía por la mañana, la noche, el mediodía para algunos, y esta reunión de todo ese público alrededor del mundo para mi fue una forma de instalación. Un acto artístico. Fue la conclusión y el cierre del festival.
En relación con los “diarios de viajes” hablo de miradas. Lo que me interesa es ver la diversidad de estas miradas. No busco una unidad de la mirada latinoamericana o de la mirada francesa. O letona, báltica… Hay saberes diferentes e individuales. Me acuerdo haber pensado en qué punto común hay entre el diario de Jorge Said que llegó muy joven, más reportero que videasta, y el de Lorena Vargas, que tenía un bagaje formal mucho más fuerte. Había en esta generación de chilenos y latinoamericanos, una gran variedad de visiones que, creo yo, respondían a la salida de este período de dictaduras y que era un medio de expresión que reagrupó gente que después hizo otras cosas, que quiso hacer luego periodismo audiovisual o cine, y no solamente videoarte. Otros sí. Y se juntaron así muchas cosas diversas. No fue lo mismo cuando comenzamos, era más tarde, había otra madurez, cuando lo hice en los países del norte de Europa. Ahí si fue desde un comienzo. Hubo también novelas en video, me acuerdo una obra que contaba sobre la metamorfosis de una joven en sirena, era un muy lindo video pero que era más un relato que una representación estética. Y creo que es el punto de tensión en el videoarte en general. Hay por un lado una narración, por el otro la tendencia a una referencia del lado de las bellas artes y en particular de la pintura. Todo esto se mezcló, yo diría que del lado francés, donde también había cosas diversas… estaba Jaffrenou haciendo piruetas como hombre de teatro y clown que siempre fue y luego había gente con ambición de trabajar sobre el tiempo, como Robert Cahen y luego el primero en ser enviado a Chile, mismo si no hizo un diario de viajes porque no se lo pedí, que fue Thierry Kuntzel, quien luego hizo una especie de homenaje a Chile en un autorretrato… y mismo en su instalación Transilvania muchos años después, pero eso es otra historia, la historia de Lac Noir que aún está sin terminar y se terminará pronto. Pero no estoy acá para hablar de Lac Noir…
Después, a partir de los Diarios de viaje. Ves una mirada cruzada, influencias entre ciertos artistas ¿o no?
Hay un perfume chileno, muy presente, una aproximación conceptual de las cosas. Encuentro del lado latinoamericano, si consideramos el conjunto, un perfume propio. Me cuesta más verlo del lado francés porque me incluye y no veo tanto eso como las diferencias. Hay un diálogo pero un diálogo que no es obra a obra, Diario a diario. Es muy difícil. Habría que hacer, como en esta segunda guirnalda que se está produciendo ahora en Paris en homenaje a Chile. Les pedí a todos mis videastas franceses que yo envié a Chile de hacerme lo que yo llamo una guirnalda, es decir un conjunto de obras cortas que yo reúno y llamo guirnalda en homenaje a algo que se hizo a principio del siglo XVII en Francia y que fue la Guirnalda de Julie y que fue un conjunto de poemas… pero si ahora veinte o cuarenta años más tarde tenemos una guirnalda latinoamericana con los artistas, hecha por los artistas que hicieron su primer diario de viajes viniendo a Francia, veríamos, o no, la influencia que pudo tener el videoarte francés sobre ellos. Eran lo suficientemente listos en ese momento para no copiar lo que veían eh… si viéramos influencias serían más profundas y se manifestarían más ahora que en esa época. No puedo decir que la influencia del video francés sobre los videastas argentinos, chilenos, brasileros se haya visto en el momento en los diarios de viaje. Era más bien una ambición común que se manifestaba de decir en un formato breve, que no era ficción ni documental, de inventar un lenguaje paso a paso, progresivamente. No me dan ganas de hablar en términos de influencias. Veo más intercambios que influencias.
Sobre los intercambios…
Hay que decirlo. En esa época había más dinero, y teníamos más ambición y la idea de inventar un intercambio cultural y tomar riesgos. Era un lujo. Por otra parte estábamos en efecto en un lugar del mundo donde había una especie de espacio donde todo lo que parecía ya hecho estaba sospechado, esperado allá por los regímenes del lugar. Podía ser tomado como una provocación porque se sabía que Francia era portadora de libertad. Debo decir que porque el videoarte es un arte esencialmente estético donde el contenido aparentemente es “menos importante”, por ahí bueno, no se siente por ese lado una provocación política y tendremos más libertad para ir al fondo de las cosas. Y creo que funcionó, ese espacio de libertad desde el principio. ¿Por qué América Latina? También es debido al azar. Yo quería mostrar este arte francés naciente. Y lo hice girar en el mundo. Anduvo en Chile y América Latina particularmente. Después el Ministerio puso dinero para que las cosas se desarrollaran. El Ministerio y las Embajadas francesas en esos lugares invirtieron en los Festivales porque se percataron que correspondía a una nueva necesidad, permitía que la gente se expresara y descubriera nuevas generaciones de artistas jóvenes que llevarían la relación cultural franco-latinoamericana a través de toda una generación. Y fue el caso. Fue el caso porque incluso los que no siguieron haciendo videoarte mismo después de haber venido a Francia a hacer los Diarios de Viaje ahora yo lo sé, tienen siempre algo que les queda de esa primera mirada. También hay toda una generación en Francia de artistas videastas que fueron marcados por Chile, por Argentina, por América Latina en general y que basta con que les mande un mensaje a esos quince artistas para que inmediatamente me manden sus obras para una nueva guirnalda. Vengo de recibir las dos primeras y luego de acá al fin del verano tendremos una docena para presentar en la televisión chilena.
¿Podés ver la relación de esta generación que mencionás con la siguiente?
Sí. Y me parece muy claro. Hubo otra generación que vino hacia el fin del festival de videoarte. Generación con personalidades fuertes que estaba mucho más en el circuito museístico en Francia. Y que tenía, hay que decirlo, veinte años cuando el festival terminó. Son menos narrativos, menos intelectuales. Eso también permitió ese intercambio fuerte entre esta generación francesa y latinoamericana y es la inteligencia. Son todos, esto me impresiona mucho, todos de ambos lados, gente para quienes la dimensión de la inteligencia era fundamental. Todos tuvieron aproximaciones muy inteligentes. Tanto la inteligencia etnográfica de Patrick Prado, Gomitz que se interesó en las leyendas, en los cuentos y que hizo un video muy bello sobre un indio que hablaba por última vez un lenguaje olvidado que dejamos sin traducir, gente para quien el video no era sólo una cuestión estética. Prado, Hervé Nisic que tenía esta ambición estética fuerte pero también tenía esa cualidad de inteligencia, Bourges con esa ambición intercultural llena de referencias… en fin, cada uno a su manera y en cada manera la inteligencia era una parte importante. La inteligencia estaba en el deseo de comprender y de divertirse también con inteligencia. Fue característico de este intercambio cultural franco-latinoamericano.
¿Y en el Báltico?
No pasa lo mismo con el Báltico. Más soñador, más en el dejarse llevar por la metáfora, en una cierta idea del tiempo diferente, más lenta, más meditativa. Tenemos un tesoro con esas treinta pequeñas obras, quisiera que se publiquen en DVD con un escrito, o no, y que existan. Ya son más de treinta años. Empezó como un juego sobre el espacio, hacer jugar ese desfasaje y no el exotismo que es una manera de llenar al otro con su propio deseo. Más bien la idea era romper los hábitos y tener esta mirada incierta. Y es el espacio y la desculturación de la mirada lo que permitían eso. Me dio mucho placer jugar con el espacio y el tiempo. El tiempo le ganó al espacio creo. Ahora sería cuestión de pedirle a mis cineastas franceses y latinoamericanos que hagan una guirnalda para ver en que se han convertido. El intercambio iría un poco más allá…