No podemos hablar ya sino a través de los restos: fragmento y fantasma del 68 mexicano en el cine experimental contemporáneo – Miguel Errazu
No podemos hablar ya sino a través de los restos: fragmento y fantasma del 68 mexicano en el cine experimental contemporáneo
Miguel Errazu
FOTOCINEMA. Revista Científica de Cine y Fotografía
UMA- Universidad de Málaga, 2018
Introducción. Los fantasmas, los restos
Por Miguel Errazu
De un lado, el enunciado —o declaración de intenciones— del colectivo audiovisual Los ingrávidos que me sirve de título: “No podemos hablar ya sino a través de los restos” (2016, p. 147). Restos que aluden, en una operación retórica que remite al Octavio Paz (2008) de Posdata, a la persistencia de una “política de exterminio” que se tensa entre la viejaTenochtitlán y la moderna Ciudad de México; entre Tlatelolco y los 43 desaparecidos de Ayotzinapa; entre el resto fósil, orgánico —“fosa común de una tierra en común” (Los ingrávidos, 2016, p. 155)— y el resto fílmico, posible testigo o prueba indexical de aquel otro. Del otro lado, otros restos que son los del movimiento estudiantil popular del 68 en México.1 Restos de aquellos que, ya desde su misma aparición hace cincuenta años, eran revestidos de un carácter espectral. Así, José Revueltas dirá, apenas en 1969, que “un fantasma recorre México” (2018, p. 79): no solo en el sentido clásico anunciado por Marx, como aquello que acecha el presente y anuncia una revolución por venir, sino también como testificación del final trágico del movimiento tras la masacre del 2 de octubre en la Plaza de Tlatelolco. Así, Revueltas se pregunta si acaso no serían, ellos, nosotros, los estudiantes y militantes, “un poco sobrenaturales […], vivientes y fantasmales a la vez, lúcidos y opacos” (Revueltas, 2018, p. 80): restos supervivientes. Y así también, con la alusión a un fantasma, Paco Ignacio Taibo II describió la actualidad del movimiento, a más de veinte años de su fin, en su libro de memorias 68: “Hoy el movimiento del 68 es un fantasma mexicano más, de los muchos fantasmas irredentos e insomnes que pueblan nuestras tierras” (Taibo, 2006, p. 27).
Colección, pues, de fantasmas y de restos, de los que el archivo del 68 no formaría parte sino como “uno más” entre otros tantos. De este modo, entre el resto y el fantasma, entre la materialidad de los fragmentos y cierta pulsión espectral que acecha y pugna por reactivarse, se debate la “continuación del 68 por otros medios”, la toma de “la imagen como lugar de intervención política” —para utilizar la expresión de Susana Draper (2018)— en ciertas modalidades del cine experimental mexicano contemporáneo. Una forma que, precisamente por estar atravesada por la fijación en la tradición experimental y la vuelta hacia un legado fílmico bajo los modos del reempleo —espectros y restos son ya los del celuloide—, constituye a un mismo tiempo tanto una desviación decisiva del proyecto militante, esto es, de los modos en los que, durante los años sesenta y setenta, se pensó la práctica cinematográfica en tanto lugar de experimentación social y política, como una recuperación de su memoria y reivindicación —ambivalente, como espero mostrar— de algunos de sus efectos de imagen.2
En lo que sigue, me gustaría plantear el modo en el que esta relación entre experimentación fílmica, archivo y legado militante se articula en la práctica actual mexicana, abriendo una serie de preguntas —necesariamente siniestras, específicas, y, aunque centradas en el caso
mexicano, extrapolables a otras latitudes— sobre la relación entre el cine y lo político. Para ello, mi lectura partirá del proyecto curatorial Hacer memoria: archivos del 68, presentado por Tzutzumatzin Soto en el marco el Festival Ambulante 2018, que se desarrolló a lo largo del mes de mayo de 2018 en la Ciudad de México.3
Este trabajo ha sido realizado con el apoyo del Programa de Becas Posdoctorales de la Universidad Nacional Autónoma de México. El Dr. Miguel Errazu es Becario del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM (2017-2019), asesorado por la doctora Laura González Flores.
1 La bibliografía sobre el 68 mexicano es extensísima. Una buena aproximación, desde el punto de vista cultural, que recoge una amplia cronología de los hechos (desde los primeros disturbios a finales de julio hasta la disolución del Consejo Nacional de Huelga a principios de aquel diciembre) y numerosos testimonios, puede encontrarse en Memorial del 68 (Vázquez Mantecón, 2007). Aproximaciones contemporáneas en los estudios mexicanistas, en línea con un pensamiento poshegemónico, inciden en la necesidad de desplazar de su posición de significante maestro a la matanza del 2 de octubre de la Plaza de Tlatelolco, contestando, precisamente, a la operación metonímica de Paz. Este artículo, de forma quizá más clara que la propuesta curatorial y las obras que analizo, se inscribe en esta línea de interpretación. Véase Flaherty (2016), Steinberg (2016), Draper (2018), y los capítulos que Bosteels (2016) dedica a México.
2 Álvaro Vázquez Mantecón (2016, p. 285) ha señalado que “[e]n México, la práctica de un cine militante fue un producto directo del movimiento estudiantil de 1968”. Aunque esta afirmación disminuye la importancia decisiva de documentalistas como Óscar Menéndez, que ya en 1965 había filmado las protestas y manifestaciones de colectivos trabajadores y sindicales no charristas en Todos somos hermanos y fue un actor fundamental en el desarrollo del movimiento superochero en México un par de años más tarde, es cierta en la medida en que señala la aparición de las “Brigadas fílmicas” del CUEC (Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM) que darían cuenta, en los cuatro comunicados del Consejo Nacional de Huelga (CNH), del día a día del movimiento estudiantil —cuyos materiales servirían para montar, en la clandestinidad, “la” película del movimiento, El grito (Leobardo López Arretche, 1970)—. Tras la represión del gobierno a los estudiantes y la disolución del CNH, nuevos colectivos militantes, como la Cooperativa de Cine Marginal, aparecerían en la escena mexicana a primeros de los años 70 alentados por un mismo compromiso político (Vázquez Mantecón, 2012)
3 Hacer memoria: archivos del 68 formó parte del programa de actividades Por ahí del 68… en el que Ambulante programó algunas de las películas más emblemáticas del 68 mexicano, como Olimpiada en México (Alberto Isaac, 1968), ó 2 de Octubre Aquí México (Óscar Menéndez, 1970), junto a filmes contemporáneos de archivo (No intenso Agora, João Moreira Salles, 2017) y producciones menores de la escena independiente mexicana de los sesenta, como películas de la escuela de cine de la UNAM —CUEC—, y otras filmaciones comisionadas por la Sección de Cinematografía del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos. Las películas fueron presentadas luego de conversatorios en los que se contó con la presencia de cineastas, académicos y artistas, entre ellos algunos de los nombres fundamentales de los movimientos políticos del 68 mexicano y más allá, como Óscar Menéndez y Alberto Híjar.