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Memoria BIM 2014
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Por Andrés Denegri y Gabriela Golder
Directores BIM
Nos resulta difícil determinar nuestro objeto en un sustantivo. En la Bienal de la Imagen en Movimiento somos conscientes de que el nombre de nuestra actividad no indica la pertenencia a una práctica concreta. Incluso aquellos especialistas que intuyen lo que podrían encontrar en nuestro programa lo hacen diagonalmente, ya que nuestro nombre contiene un error que ni siquiera se señala como desliz porque está avalado por la fuerza de la costumbre. ¿Qué imagen en movimiento? ¿La del cine? ¿La del video? Sabemos que tal cosa no existe. ¿Cómo podríamos considerarlo cuando nos han visitado Kubelka y Youngblood –entre muchos otros– y hemos publicado los escritos de Brakhage –además del pensamiento de decenas de colegas–? “¡Bienal de la Imagen en Mutación! ¡Bienal de la Imagen Mutante!”, gritaba Arthur Omar cuando discutíamos sobre el tema en una pizzería porteña. “¡Bienal de la Imagen en Migración! ¡¡Ni siquiera tienen que cambiar las siglas de la BIM!!”, insistía. Podemos aceptar que son propuestas seductoras, pero sabemos que solo aportarían más confusión.
Sonaría romántico decir que nos dedicamos a algo que no existe. De hecho, en la Memoria de la BIM 2012 afirmábamos que “el cine es otra cosa”1 en un intento de alegar que lo nuestro es el cine, pero que lo es en un sentido totalmente diferente, casi opuesto, a lo que el grueso de la humanidad entiende como tal. Por lo tanto, para la gran mayoría, ese cine, que sería lo nuestro, no existe. Estadísticamente se podría constatar: nos dedicamos a algo que no existe. Pero afirmar esto sería profundamente injusto tanto con la gran potencia de las creaciones que conformaron nuestros programas durante 2012 y 2014, como con esta entusiasta comunidad de artistas, investigadores y amantes en general de algo para lo que no encontramos un nombre, que nos acompañó y que está a la espera de la edición 2016.
¿Cómo llamar a esto que nos apasiona? Siempre están disponibles las dos muletillas constantes: “videoarte”, “cine experimental”. El extinguido término “videoarte” siempre fue polémico; “cine experimental” no queda muy detrás. Hemos escuchado y dicho mil veces que nunca se habló de “pinturaarte”, o de “esculturaarte”, o “grabadoarte”. ¿Por qué deberíamos hablar de videoarte? Lo llamativo es que sí pudimos encontrar un “cinearte” presente, justamente, en el extremo opuesto de aquello que, aun sin nombre, reconocemos como lo nuestro: las desaparecidas góndolas de los Blockbuster y demás megavideoclubs masivos. Y si lo experimental se refiere a la permanente variación en los procesos de producción en una determinada disciplina que diferencia su resultado de lo producido infinita cantidad de veces de una manera sistematizada por la industria, bueno, es hora de que aceptemos que el modelo cinematográfico de producción industrial –y su consecuente lenguaje cinematográfico– es seguido por muchísimos de los films que hoy se encuadran dentro de la categoría y podrían perfectamente formar parte del programa de la BIM. Comprender esto supone dos negativas: nuestro cine experimental no es necesariamente experimental y, con esto, ni siquiera nos queda aquella totalmente errada, aunque aliviadora, alternativa de definirnos por la negativa a la industria del entretenimiento regida por la demanda del mercado. Y más allá de eso, ni cine experimental ni videoarte, aun juntos, llegan a definir con certeza nuestro objeto.
Nos encontraríamos en un punto de cruce entre diferentes circuitos, esa intersección es dinámica, mutante, migrante. La instalación, el documental, la escultura, el cine, el video, la performance, el ensayo, el happening, la música, la fotografía, la danza, la poesía, etcétera, etcétera. Pero no cualquier instalación, no cualquier documental, no cualquier cine, no cualquier video, no cualquier performance… Por lo tanto, habría un elemento identitario de lo nuestro que resuena en cada obra, taller, libro, mesa redonda o discusión trasnochada de bar que forman parte de la BIM. Tenemos un perfil, lo propio de la Bienal existe Eso propio es diverso, no está ubicado en un punto de cruce, ni aun móvil, sino en varios, móviles y en simultáneo. Está más allá de algo indeterminado, es algo constante en su variación y permanentemente interpelado por todos los actores que conformamos esta comunidad y desde las mismas producciones. Eso nuestro-que-se-da-en-simultáneos-cruces-móviles sucede en encuentros trazados por el límite de cada práctica –la instalación en sus límites, el documental en sus límites, el cine en sus límites, el video en sus límites, la performance en sus límites– en el encuentro con la imagen en… una relación singular con el tiempo: su duración. Quizá debamos forjar un nuevo término, alternativo a “cine” o “cinematografía”, que no esté vinculado al movimiento sino al tiempo. Pero por ahora el margen nos alcanza para conformar un contexto que redetermine el campo semántico de la palabra “cine”.
Es innegable que desde las vanguardias históricas se ha desarrollado un borrado de las fronteras que definían cada práctica artística, esa frontera borrada es la que permite que podamos hablar de límites en un sentido expansivo y no restrictivo. Son límites dinámicos. Las diferentes disciplinas se transforman hasta el punto de llegar a lo opuesto que alguna vez las definió; la presencia de ciertas formas de pintura o de fotografía en la BIM es un testimonio de esto. Pero no podemos decir que el término “pintura” ha dejado de referir a algo concreto. ¿Por qué sucede esto si a la vez entendemos que eso a lo que nos refiere el término no es hoy algo determinado? Porque lo necesitamos. No se trata de que algo es una cosa o la otra, sino de comenzar a comprender que se trata de una cosa y de la otra. Leemos “fotografía” y comprendemos que puede ser una cosa y también la otra; en todo caso, su campo semántico específico se completará según el contexto. Blockbuster fue un contexto para el “cine-arte”, la BIM debe ser otro.
En el presente se está desarrollando otro fuerte borrado de límites, el de las tecnologías audiovisuales, en las que el cine, el video y la TV se confunden. Quizá sea el momento indicado para insistir en que el cine es nuestro objeto ya que en “cine” deberíamos poder leer una cosa y la otra. Esto es singularmente difícil porque el cine ha conformado un campo específico que lo define en un sentido masivo y también especializado. Para lograrlo, la BIM debería consolidarse como un contexto suficientemente legitimado e identificado en su carácter como para poder decir “cine” desde aquí y que se comprenda a qué nos referimos con ello. Es un trabajo arduo y constante, sobre todo cuando es emprendido desde el sur del sur, pero estamos decididos a enfrentarlo. Encaramos la responsabilidad de alimentar con esta idea expandida de cine, aunque sea en medidas mínimas, a toda la sociedad, con la certeza de que esa expansión semántica resonará en una –seguramente imperceptible, pero no por eso menos válida– transformación en un sentido más amplio. Esta Memoria de la BIM 2014 es otro paso en esa dirección.
1 Andrés Denegri y Gabriela Golder, “El cine es otra cosa”, en Memoria BIM 2012, Sáenz Peña: Universidad Nacional de Tres de Febrero, 2014, pp. 12-15.